Mi primer baño de hielo

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Sentarme en un baño de hielo hasta el cuello jamás se me habría pasado por la cabeza. Odio el frío porque conozco los inviernos en Alemania. Para mí son demasiado largos, oscuros y muy fríos. 

Por supuesto la nieve tiene algo especial y mágico y me gustan mucho los deportes de invierno como el Snowboarding, pero salir de casa y ver mi respiración es algo que no me gusta para nada. 

Al comienzo de nuestra relación vi varias veces a mi esposo como un loco meterse en el mar o en lagos a una temperatura de aproximadamente 5 grados centígrados. Su entusiasmo con ese tema nunca me ha alcanzado. Me gusta que lo haga y que le apasione. Además que sin esa pasión jamás lo hubiese conocido.

Pero todo en orden, empezamos en el año 2020. La historia de como nos conocimos ya se las conté en otro post. Pero no mencioné la razón por la cual David había viajado a Europa ese año. En ese entonces el vivía en Colombia y estaba certificándose como instructor del Método Wim Hof. Un método que consiste en tres pilares: la respiración, la terapia en el hielo y el compromiso. Es una forma de mantener nuestro cuerpo y mente en un estado natural óptimo.

El hizo la certificación en Holanda y Polonia para poder enseñarlo. Hoy en día especialmente en los redes sociales se ve mucha gente haciendo experiencias de hielo sin la preparación correcta, lo cual puede ser muy peligroso. Por eso solo puedo aconsejarles que tengan mucho cuidado y lo hagan guiados por un profesional. 

Cuando nos mudamos a Colombia en el año 2021 seguía teniendo mucho escepticismo frente a meterme en un baño no podía imaginarme haciéndolo nunca. Se acercaba el cumpleaños de mi esposo y no sabía que regalarle y cometí el error de preguntarle que le gustaría de cumpleaños. No pensó mucho para decirme qué el mejor regalo sería meterme en un baño de hielo. 

Pero claaaro que no se le pudo ocurrir otra cosa. En Alemania se dice que quien pregunta debe vivir con la respuesta y acepté.

Llegó el gran día. 

Estaba muy nerviosa esa mañana. Mi esposo me aconsejó que no desayunara para que mi cuerpo no estuviese ocupado con el proceso de digestión. De todos modos, de los nervios no tenía ni hambre. 

El domicilio del hielo llegó puntualmente para traer medio iceberg para mí, 80 kilos de hielo que metimos directamente a la tina para bajar la temperatura del agua en ella.

Comenzamos con la preparación mental y seguimos con el hielo. Respiré profundamente, sostuve el aire, metí un pie en la tina, seguido del otro y me dejé sumergir en la tina antes de continuar con mi respiración. 

Estaba observando exactamente lo que estaba pasando y cómo sentía mi cuerpo. En primer lugar sentí un poquito de frío en mi piel. La sensación se intensificó y mi piel empezó a doler, sobre todo en los pies. Mi latido del corazón aumentó y me di cuenta de que empecé a entrar en pánico y que me quedaba sin aliento. 

Abrí los ojos para mirar a mi esposo. Contestó a mi vista con una sonrisa y tomó mi mano. Comenzamos juntos a respirar lentamente como lo habíamos practicado ya varias veces. Sentí que me calmé y empecé a controlar mi cuerpo. Yo controlaba el hielo y no él a mí. Como al minuto de estar adentro de la tina sentí un golpe de calor en la parte superior del cuerpo. ¡Que locura! Esta sensación sentada en un baño de hielo, increíble. Y así logré mis primeros dos minutos en un baño de hielo. 

Mi esposo cogió mis manos para sacarme de la tina. Mi piel tuvo un color rojo como un cangrejo. Pero seguimos con los movimientos del calentamiento y todo se normalizó. 

Me sentí feliz, un numero incontable de endorfinas estaban fluyendo a través de mi cuerpo. Lo logré, vencí al hielo y me sentí muy orgullosa. Me atreví a salir de mi zona de confort y me he superado. Es increíble de lo que somos capaces de hacer, si lo intentamos.  

Hoy en día acompaño a mi esposo por todo el país haciendo sus eventos. Es impresionante observar todas las emociones y escuchar todas las experiencias de los participantes. Puedo recomendarle a cada persona tener esta experiencia por lo menos una vez en su vida.

El sentimiento de lo que te hace y la energía que se libera en ese momento no se puede describir. Hay que vivirlo. La fuerza mental que tenemos dentro de nosotros no la conocemos y es casi ilimitada. 

Por supuesto las experiencias de cada uno son diferentes, al igual que las propias cuando se vive varias veces. Cada inmersión es diferente. Pero sin duda vale la pena hacer esas experiencias. 

Si te decides a hacerlo visítanos en uno de los eventos de „Congela tus miedos“ y aprender a crecer más allá de ti mismo. En este año estamos múltiples veces en Bucaramanga, Medellín y Bogotá. 

Encuentras todas las fechas en LINKPULLSAYO. ¡Los esperamos!

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