Me encanta moverme en la naturaleza, escuchar y olerla y desconectarme del ruido de la vida cotidiana. Para hacer eso mi esposo y yo reservamos una caminata al páramo de Santurbán, una perla secreta de Colombia, y estaba emocionada de hacer el primer contacto con Frailejon Ernesto Perez 😛 Una canción que no paraba de sonar cuando llegué a Colombia y aprendí mucho de lo importante que es. (https://www.youtube.com/watch?v=-1pHqK5YD7s).
La descripción de la caminata sonaba prometedora y a la vez desafiante. Por eso decidimos comprar un poco de equipo de montaña, como bastones para caminar, protectores para la lluvia, botas y un par de cosas más para estar bien preparados.
Empezamos temprano, el autobús nos recogió a las 4 de la mañana en el lugar acordado y la aventura empezó. Después de más o menos 2 horas en carretera, llegamos a Berlín. Durante el viaje ya me alegraba tener mi nuevo equipo, ya que el autobús no tenía una buena ventilación y las ventanas debían estar abiertas todo el tiempo para que las ventanas no se apañaran y el conductor pudiese ver. En Bucaramanga no es un problema porque hace calor pero cuanto más alto llegábamos, más frio y más incómodo se ponía.
Un pedazo después de pasar por el pueblo de Berlin llegamos a una cabaña para desayunar. Había chocolate caliente y ricos huevos pericos. El desayuno perfecto para hacer una caminata grande. Continuamos hasta nuestro lugar de inicio cruzando la primera parte corriendo un prado para subir a una pequeña roca.
En menos de 500 metros mi cuerpo me recordó la altura de casi 3000 metros en la que nos encontrábamos. Una altura en la que nunca había estado antes. Me moví normalmente pero mi corazón latía muy rápido y mi respiración igual. Como en una carrera. Increíble, pero fue bueno haber sentido esto justo al principio de la caminata, ya que me hizo reducir el paso y entender que no era una competencia.
Éramos un grupo de 15 personas y no fui la única luchando con mi físico y el aire. Una joven decidió después de 5 minutos de caminata regresar al bus, pues se dio cuenta que el cuerpo no le daba para una caminata de 8 horas en este lugar.
Otra persona trajo a su hijo de 12 años sin conocer realmente o difícil que sería, lo cual me pareció bastante riesgoso, pero todo parecía funcionar.
Tuvimos como guía a una mujer de la región quien nos condujo por la zona. En los primeros pasos un perrito callejero se acercó al grupo y comenzó a acompañarnos y aunque creí que solo estaba de pasada, este nos acompañó durante todo el recorrido hasta regresar al bus. Fue increíblemente tierno y un fiel compañero de cuatro patas.
La vista era impresionante ya en los primeros metros, una cara rocosa de montañas, de las que salían cascadas hasta donde alcanzaba la vista. Una naturaleza impresionante con una vegetación que nunca había visto en mi vida.
Aparte de las plantas y la buena vista nos prometieron tres lagunas por las que pasaríamos caminando, pero para ello debíamos seguir subiendo la montaña aún más. Y una vez más estuve contenta sobre mi equipo pues el clima fue bastante retador.
El frío del autobús ya no era el problema por todo el esfuerzo físico que estábamos haciendo, sin embargo, las condiciones climáticas no eran perfectas.
Tan típico como es el clima en las montañas, cambiaba cada 10 minutos de gloriosamente soleado a brumoso y lluvioso. Qué bueno que me llevé mi capa de lluvia, la cual me puse y me quité constantemente. Sin embargo, el reto principal fue la superficie. El terreno estaba rocoso y resbaladizo por la lluvia, que generó algunas caídas en nuestro grupo e incluso yo a pesar de mi buen equipo. Por suerte nadie resultó herido.
Después de un pedacito de escalada llegamos a la primera laguna. La superficie del lago estaba tranquila y la montañas se reflejaban en ella. El levantarse tan temprano ya había valido la pena.
Caminamos unos 500 metros más y llegamos a la segunda laguna, la cual era tan hermosa como la primera.
Seguimos caminando para arriba y el camino nos llevó a través de un campo de frailejones tan grande y extenso que la vista no podía verlo todo. Allá estaba el famoso frailejón en todo su esplendor. Me sorprendí de su tamaño porque me lo imaginé mucho más pequeño. Se movía con el viento y parecía muy pacífico. Increíble que la codicia de algunas personas destruya esos paisajes para capitalizarlos. Estos espectáculos naturales únicos definitivamente deben preservarse, mucho más cuando de ellos depende la vida de millones de personas que requieren de agua.
Después de caminar hasta el final del campo de frailejones llegando a la próxima cima, llegamos a la tercera laguna en una altura de casi 4000m. Allí nos quedamos un ratito para hacer una pausa, fortalecernos y recargar energías para el camino de regreso. Tomamos el agua que recogimos de las cascadas del lugar. La vista era impresionante y la tranquilidad de la naturaleza hermosa. Solo la lluvia hubiésemos preferido que fuese menos pero así son las cosas que no se puede cambiar. Por eso me alegré de todo lo que vi y sentí en este momento.
El camino de regreso fue igual de desafiante como el de ida, aunque bajamos constantemente. La lluvia puso el suelo muy resbaladizo y los charcos crecieron más y más.
El niño de 12 años empezó a debilitarse. Estaba impresionada cuando nuestra guía comenzó a llevar al niño. Una mujer grácil de alrededor de 50 años. Llevó al niño. Y no solo por un par de metros. Llevó al niño sobre una distancia de más de un kilómetro en este terreno. Esto no la abrumó, mientras que todos nosotros jadeamos. Impresionante lo que el cuerpo es capaz de hacer cuando está acostumbrada a estos terrenos.
Todo ese tiempo en una altura a la que no estoy acostumbrada hizo que tuviese un dolor de cabeza muy fuerte y una pastilla no ayudó mucho.
Al final llegamos contentamente al autobús en el momento de la oscuridad de la noche. El perro no quería despedirse intentando subir al autobús para encontrar un nuevo hogar, pero lastimosamente al final el guía lo bajó del bus y emprendimos nuestro regreso. En verdad que fue un poco triste dejarlo allí.
En el bus hice un pequeño resumen del día. En total caminamos 15km en 8 horas con una diferencia de altura de 800m. En el trayecto de regreso a Bucaramanga sentí el esfuerzo del día en todo mi cuerpo igual logré dormir bastante, tanto así que realmente no noté el trayecto de dos horas y media.
Regresamos a Bucaramanga alrededor de las 10 de la noche. Caí destrozada en mi cama y el dolor muscular a los días siguientes me acordó de ese día espectacular. Estaba muy feliz y agradecida de haber hecho esta caminata.